LA SALA DEL BANQUETE

7:00 de la mañana, despertamos con entusiasmo por aquellos momentos que serán para nosotros los más sublimes, en seguida una oración, donde podemos exaltar el nombre de nuestro amado Dios, la lectura de la Palabra de Dios y como de costumbre el baño, que no debe faltar, desayuno, cepillamos nuestros dientes y listos para salir con rumbo a ese Lugar, donde podremos con entusiasmo y emoción llegar para disfrutar de aquellos momentos, de nuevo, sublimes.

9:30 de la mañana, aún emocionados por el encuentro con el Gran Señor de Señores, atentos, esperando ese momento sublime, y también llenos de emoción por la invitación que nos hizo nuestro Gran Señor a su Fiesta. . .

Se escuchan algunos taconeos, murmullos por allá y por acá, se escucha un saludo con gran alegría, lo pude notar por las risas, poco a poco se va haciendo un silencio total. . .
solamente 5 minutos faltan para esa hora, esa hora tan especial y tan esperada por muchos de nosotros, esa hora del cual cada primer día de la semana esperamos ansiosos para estar ante la presencia de Dios y adorarle en la hermosura de su Santidad. . .

por fin!! llega la hora, llega la hora en que debemos comenzar, con mucha reverencia atentos a la lectura: Cantares 2:3,4



(El Siguiente escrito lo he tomado de una sugestión escrita de nuestro amado hermano Mario Mulki, a quién seguramente el Señor lo tiene en su presencia, para enriquecer este escrito)

“...Me llevó a la sala del banquete,y su bandera sobre mí fue amor” (Cant.2:4. V.I.). La encantadora frase de la esposa de Cantar de los Cantares nos parece descubrir al Señor conduciéndonos a la reunión más querida a su corazón: La Cena del Señor.

Cada vez que pensamos en ella,nos parece entrar al “Lugar Santísimo” de la vida cristiana. Es un momento especial, Dulce, Renovado, Espiritual, Cuando cada miembro de una Iglesia se encontrará a solas con su Señor adorándole en “Espíritu y en verdad”.

Los evangelistas añaden uno tras otro una nueva pintura al cuadro de aquella noche “que fue entregado”. Tras la Cena de Pascua, el Señor la instituye. Nadie se dio cuenta de todo el auténtico significado de aquel gesto.
Con la emoción visible en su semblante el “Señor... tomó pan, bendijo, partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Tomando la copa, y habiendo dado gracias dijo: Bebed de ella todos, por que esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para remisión de pecados” (Mat. 26:26-28). Nos parece que los apóstoles se miraron entre si. No podía discernir bajo la luz de la interpretación humana. Era la única vez en toda la historia de la Iglesia, que mirarían en la mesa el símbolo y horas después sobre la cruz...¡la realidad!.

Pasaron los años, y alguien que no estaba sentado a la mesa del Cenáculo, bajo la guía del Espíritu Santo diagrama toda una magnífica doctrina que es parte de nuestra formación espiritual. Fue el distinguido Apóstol Pablo. Si leemos con atención hallamos en su primera alusión (1 Co.5:8): ”Así que celebremos fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de maldad, sino panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.

La nota saliente es “Celebración”. La mirada apunta hacia el pasado. A Israel. (Ex. 12:1-9). Era la noche de la liberación del pueblo escogido. Según el mandato Divino, el ángel cruzó en raudo vuelo el Imperio para matar a todo primogénito, desde el palacio... al aprisco.
Pero no entró en lugar judío. ¿Porque?. Adentro comían el cordero. Afuera, pintado con sangre los postes y el dintel de la puerta. En medio, el perfil del peregrino comiendo la Pascua ceñido sus lomos, zapatos en sus pies, bordón en sus manos, viendo el amanecer de la ansiada libertad que se abría ante sus ojos. ¡Así es la Cena!.

La segunda mención avanza un paso más. (1 Co: 10:17): ”Siendo todos un pan, nosotros con ser muchos somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan”. La nota saliente aquí es... ”Comunión”. Cada miembro de la Iglesia debe estar consciente de la enseñanza. El cuerpo “místico” del Señor no debe ser dividido por rencillas, rencor, raíz de amargura, ni divisiones. Bien se ha dicho que las dos primeras preguntas de la Biblia se sienten en la reunión de adoración. La primera fue “¿Donde estás tú?”. (Gen. 4:9). La segunda “¿Donde está tu hermano?”. (Gen. 4:9). Si la aplicamos hallaríamos una correcta lección espiritual.

No puedo participar de la Cena del Señor si no estoy en comunión con el Señor. “¿Donde estas tu?”. ¿Lejos... o cerca?. La cercanía es una comunión diáfana, fluida, plena. Como el “pámpano que recibe la savia de la vid” (Jn. 15). Pero también impide mi adoración al no tener comunión con mi hermano. ”¿Donde está tu hermano?”.
Nadie puede vivir aislado ni solitario. Se encuentra dentro del cuerpo de una Iglesia a la que “debe guardar la unidad de la fe en el vinculo de la paz” (Ef. 4:3).
Cuando la unidad fluye tanto en forma vertical como horizontal, se siente una atmósfera de dulce bendición comparada al “óleo” y al “rocío” como nos describe el Salmo 133, por esto envía “Jehová bendición y vida eterna Así es ¡... la Cena del Señor!.

La tercera mención alcanza su epílogo. (1 Co. 11:23-33): “La noche que fue entregado tomó el pan, y dijo: Haced esto en memoria de Mí” !Sentir en la reunión que El se encuentra en el himno, la oración, la meditación, el reparto de símbolos! En toda la liturgia, que puede diferir de acuerdo a la costumbre de cada Iglesia, pero no quita el acento esencial de su memoria. Debemos hacer recuerdo de su Persona en relación a su nacimiento virginal, su vida perfecta, su muerte expiatoria, su resurrección de victoria, su ascensión a las nubes. Desde aquel pesebre humilde que apareció... hasta el Trono exaltado rodeado de un halo de victoria de gloria inmortal. Todo El debe llenar el horizonte de contemplación. ¡Así es la Cena!.

Nunca debemos olvidar que no “asistimos a la Cena del Señor para estar en comunión... sino por estar en comunión”. No debe ser raíz...sino fruto. No podemos adorar el primer día de la semana, si durante los días anteriores nuestro corazón estuvo alejado de El. A medida que pasan los días de la semana debemos ir recogiendo como Ruth (Cap.2) ”manojos de trigo” dentro de su campo. Recuerdos de su grandeza. La guía de su Palabra. Perfiles de su promesa. Notas de su gracia. Facetas de su vida... hasta que frente al altar todo el canastillo de nuestro corazón se encuentre lleno de la fragancia de su Persona para decirle en la voz de Cantares: “A nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas, que para ti, oh Amado mío, he guardado” (Cant. 7:13).

¡“La Sala del Banquete”!.... es el Señor que nos conduce con gracia cada primer día de la semana. Es una Institución que perdura a través de enormes cambios y profundas alteraciones. ¡Necesita nuestra Alma estar con El a solas!. Muchas veces estamos más ocupados en el servicio del Señor... que con el Señor del servicio.

¿No es verdad?. De ahí, que esta es la hora de recogimiento, paz, elevación, adoración. Ven hermano mío... tómame de la mano y entremos. El asiento del banquete nos espera. Los memoriales de la pasión están sobre la mesa. Pero sobre todo el mismo Señor.

Tómalo... medítalo... disfrútalo,y si tu alma se siente elevarse peldaño a peldaño en la escalera de la adoración no guardes silencio, sino dile con la voz de tu alma rendida a sus Pies...”Señor mío...Dios mío”. (Jn. 20:28). (Mario Mulki, Octubre 2005)

Después de estas delicias, de este manjar de adoración podamos salir y en la semana seguir degustando de este Banquete.

Dios bendiga sus corazones.